martes, 23 de febrero de 2010

Capitulo 10




Emilio es otro de los clientes de Pelayo, que se acercan a la heladería por lo macizorro del dependiente.
“30 de junio de 2009
Este macho me encanta a ver si lo veo en la biblioteca otra vez (lavabo) He pasado por la mañana y toda mi alma grita de alegría.
Ojalá trabaje todos los días, aunque supongo que algún día tendrá fiesta, será duro no verlo. Pienso ir todos los días, ahora que sé donde está no quiero perderlo de vista, tengo suerte de él, pone la sal a mi sosa vida, él nunca sabrá lo mucho que me está ayudando, lo feliz que me hace, merece que todo le vaya bien en la vida,
Me estoy aviciando al guapo de los helados pero bueno oye que nunca he tenido alegrías en mi vida pues a disfrutar… Me ha costado esperar hasta las once pero es que he pensando que si ya todas las mesas y las sillas estaban arregladas pues él podría estar dentro ¡y me podría atender a mí¡ No se puede negar que el chico aparte de guapo es muy trabajador. Siempre procura estar en todo, hacer él todo el trabajo que puede. Él está con los helados, en la parte que da a la calle. Y yo claro entro con la ilusión que me despache él. Hoy la chica que me ha atendido las otras veces descansa así que a lo mejor mañana le toca a él. Lo encontraría a faltar pero claro algún día tendrá que descansar el pobre. Veo que el feo de la barra está ocupado y yo entro con la ilusión que me atienda él pero no, me atiende el feo. Y justo en el momento que el feo me ha preguntado lo que quería, se ha acercado él:
--¡dime¡
¡qué rabia me ha hecho¡¡Con lo que me gusta este macho y por un segundo no me atiende él, hubiera sido genial¡¡ No sé qué pensaría este chico si supiera que antes iba a ningún sitio a tomar algo y que sólo entro por verlo a él, que lo que gasto es por lo buenorro que está, pero bueno para eso está el dinero ¡para disfrutarlo¡
Los pantalones son anchos y lleva una camiseta negra. El culo le queda aplastado pero se le hacen unas arrugas muy sexy en la raja en cuanto se mueve. ¡Cómo me gusta¡ Nada más entrar, yo lo miraba y él me ha dicho “Hola.” Me gusta no ser ya un desconocido para él. Si nos vemos por la calle hasta nos podríamos saludar. Estoy tan contento. Él ha acabado de colocar todas las sillas. Unas mujeres que estaban sentadas fuera entran para pagar. Él estaba fuera pero ha entrado de prisa:
--ya les cobro yo –les ha dicho.
Les dice lo que le vale, 4 euros y pico. La señora le da un billete de cinco y le dice que ya está bien así.
--Mersi –les dice él.
Él se queda en la caja del fondo. Yo quería saber cuál era la utilidad de esa caja por si oye si él es el responsable, si ese es su lugar habitual pues irme para allá pero no, debe ser sólo para llevar las cuentas de lo que se consume fuera.
Al despedirme el feo de dentro no me dice nada, ni falta que hace. Paso delante de él que sigue colocando las sillas. Lo saludo, me saluda. Me encanta escuchar su voz tan varonil. Me gusta que él no sea ya sea un simple pedazo de macizo que me encuentro por la calle, que hayamos compartido algún momento, que tengamos nuestra pequeña historia. Él continúa poniendo sillas y yo me quedo cerca apuntando en una libreta todo lo que hace para que no se me olvide nada. Muy guapo, le queda muy bien la ropa. Me fijo que lleva cinturón. Es guapísimo, me encanta. Supone para mí toda una inyección de vida que con lo apagado que estoy ya va bien. Es mejor que verle la verga a cualquiera de esos guapos que van por la biblioteca. Claro que la cosa cambia si fuera la suya la verga que viera… ¡madre mía, creo que me moriría¡ Ojalá lo encontrará en el lavabo y como ya nos conocemos pues oye lo saludo y con un poco de suerte le veo su tesoro oculto.

Recién eso ocurría en la mañana, aún quedaba más día por delante. He vuelto a pasar a la una. Que guapo donde los helados atendiendo clientes. Él está de espaldas a la clienta que atiende.
--perdona, la quería para llevar.
Él se gira, la mira con unos intensos ojos claros.
--ya le pongo la tapa –dice él.
¡Como tarda esa tipa, como lo monopoliza¡ ¡¡qué suerte¡ Tarda mucho. Son dos, que si helado para cada una, que si una bolsa. Yo estoy tomando notas para que no se me olvide ni un detalle sentado en el Ayuntamiento, él se ve perfectamente. Me doy cuenta que está solo y pienso que ese es mejor momento ir que no en la mañana. Una vez diaria aún pero dos veces hum… Eso ya no me lo puedo permitir. La cuestión es que él estaba solo y no me he podido resistir. Él sale pero se queda en la puerta. Pantalones anchos pero le quedan muy bien. Me encanta. Entro. Me mira. Le pido una horchata. Muy simpático me dice:
--es la segunda hoy ¿no?
Yo estoy alucinando. Me está agarrando confianza y eso me gusta. Nervioso como un adolescente en su primera cita le digo que en casa me bebo un litro de golpe. Medio sonríe y me dice:
--buf, yo también cuando no están los jefes…
Me pregunta que si la horchata la quiero para llevar y claro No. No hay nadie más, estamos los dos solos. Es que no me lo puedo creer. Saca los monedas justas 2, 55.
--Es esto ¿no? –le digo.
--ya está bien así.
Aunque ahora pienso que no debería haberle soltado el dinero tan rápido, que él me lo preguntara, que así me demoraba más pero ¡¡es que estaba tan nervioso¡ Deja el dinero en la caja. Me gustó su culo, caído, le queda un poco colgado pero le queda bien. Sexy. Me gusta. Va entrando y saliendo. Yo me voy cuando está dentro y paso por su lado. Nos saludamos y yo me marcho contentísimo y con todas las hormonas revolucionadas. No me puedo creer que haya hablado con el chico de mis sueños. Él que era una ilusión alcanzable, que pensaba que no lo volvería a ver, no sólo tengo como ubicarlo sino que ¡nos estamos conociendo, que me está tomando confianza¡ Lo llevo bien dentro desde hace mucho. Me parece un sueño que ya no sea un desconocido. Nunca había llegado tan lejos con uno chico de esos tan guapos que un día veo por la calle.”





Cae la noche.
--¡Hoy es mi día…¡ --dice Fer contento.
Fer pasea a su perrita. Se fija en la heladería por rutina. Le sorprende ver a su camarero favorito.
--vaya, si que lo explotan al pobre…
Está atendiendo las mesas.
--¡que guapo, ahora sí parece un camarero de verdad¡
Va con su bandeja llena de bebidas, ropa más elegante. Camiseta morrada (como todas las camareras, él es el único chico)
--Menos mal que ya que sólo tienen a un chico lo han elegido bien, pedazo de chico.
Los pantalones son azul marino. Se le marca un poco el trasero.
--se le ve buen culo.
Pelayo entra dentro y Fer se queda un buen rato sentado en un banco delante del ayuntamiento. Desde ahí ve perfectamente la heladería. Tarda en salir y cuando se da cuenta es que el chico está justo en el punto de mira de un árbol y le tapa la visión a Fer. Le gusta mucho este chico.
--¡lástima que no pueda llegar a conocerlo más…¡
Fer está seguro que a un chico tan guapo no le gustaría que lo vean con un chico como él ni si quiera como amigo.
La manera en la que este chico se ha hecho presente en la vida de Fer ha sido toda una sorpresa. Ya ha dejado de ser un desconocido al que vio dos veces. Ahora puede disfrutar de él. Está tan solo, le hace falta vivir momentos que la ilusionen como sus encuentros con el guapo camarero. Es tan guapo.
--Por si mañana es su día de fiesta pues ya me va bien haber ido hoy dos veces, así lo recupero --se dice Fer.

Al día siguiente, Emilio pensaba que tal vez a Pelayo le tocaba ya fiesta pero no. Lo ve trabajando. Lo ve a las 11, a la 13. Tiene que volver a pasar por un recado que tiene que hacer a las 14,30 y sigue ahí. Esta sí que no se la esperaba.
--¡tan guapo y tan explotado, pobre¡ ¡¡Ya que tienen un monumento así pues deben cuidarlo, que este guapo debería estar en las pasarelas, en las revistas y no vendiendo helados.
Ha visto que lleva unos pantalones blancos. Anchos pero le gusta verlo caminar. Emilio se queda en la puerta mirando. Hay chica que atiende, Pelayo está tomando una horchata en un lado de la barra. Justo en el momento que Emilio está mirando a dentro, Samuel entra. Fulmina con la mirada a Emilio. Emilio va subiendo y va bajando la calle para pasar varias veces por delante de la heladería.
--¿y esa marica que quiere contigo que tanto te mira? –le pregunta Samuel a Pelayo.
En el momento en el que pasa Emilio y mira, se da cuenta como Samuel le está diciendo algo a Pelayo y Pelayo levanta la cabeza y mira a Emilio. El hombre ya no se atreve a volver a mirarlo. Le ha dado miedo la forma en la que lo ha mirado Samuel . Tal vez está siendo descarado. Ahora se da cuenta que cuanto más lo conozcan más difícil se le hará estar mirando a Pelayo sin que se den cuenta.

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