martes, 23 de febrero de 2010

Capitulo 27






Emilio está ya en la puerta de la heladería esperando a Pelayo con su abogado. Emilio siente brincar su corazón al verlo llegar. Su vida ha dado un giro inesperado pero lo más importante es que lo mejor que tenía que era Pelayo continua en su vida. Pelayo saluda a los dos hombres. Es el que habla. Pelayo se queda hablando con el abogado mientras que Emilio no le saca los ojos a Pelayo. Lo mira fijamente. Pelayo siente el fuerte deseo de Emilio. Espera que Samuel no tenga razón y Emilio no vaya a querer nada con él. Emilio instala su despacho en el almacén, en la pared pegada a la zona de la barra.
--He pensando que haremos una ventanilla. Así podremos estar en contacto siempre. No nos costará mucho…
Emilio lo que pretende es poder estar todo el día pendiente de los movimientos de Pelayo. El chico cambia de tema.
--ya he hablado con mi amigo. Samuel me sustituirá los días que yo tengo fiesta… Igual él necesita trabajar, hará otros turnos.
--Si tranquilo, encárgate tú de todo…

Samuel se ha dado cuenta que estaba haciendo sufrir a Pelayo y ha decidido ser amable con él. Pelayo está algo desconcertado por el cambio. Se tratan con cortesía pero ninguno de los dos toca tema íntimos. No hablan ni del hijo ni de sus sentimientos. Samuel ya no “obliga” a Pelayo a acostarse con él y ambos lo echan de menos. Es la primera vez en meses que no tienen sexo y los dos esperan que el otro diga algo, Samuel sufre al creer que para Pelayo es una liberación, a los dos les duele no tener una excusa para tener sexo. Ambos creen que el otro está feliz de no tener sexo y eso los lastima. A Samuel le da rabia pensar que Pelayo se dejaba hacer por culpa y que es una liberación no tener que acostarse con él y eso le hace sentir mal. Para Pelayo es la confirmación que Samuel no es gay, que se acostaba con él para lastimarlo y eso le parte el alma porque Pelayo lo ama. Los dos se aman pero no imaginan que el otro también lo ama. Ninguno de los dos se atreve a enfrentar al otro.






En los días siguientes se normaliza la situación en la heladería que vuelve a abrir al público. Pelayo y Ermenegildo en la barra. Emilio en su ordenador, sentado en el despacho, con la mirada clavada en la barra (está hecha la ventanilla), anotando todos los movimientos de Pelayo. El chico procura no pensar en Emilio pero no le hace gracia tener los ojos de él clavadas en su cuerpo todo el rato. Habla con Ermenegildo , habla flojito. Están cerca de la puerta así que está seguro que Emilio no lo oye.
--¿Tu porque crees que ha comprado la heladería…?
--Bueno, le gusta. Es nuestro cliente más fiel. Supongo que no querrá que la cierren y si le ha caído un dinero que no esperaba y con el que no sabe qué hacer pues no me parece tan raro…
--si debe ser… --nada seguro.
--¿y cuál según tú es la razón?
Pelayo no se atreve a decir que piensa que Emilio se siente atraído por él. No sabe qué dirá su amigo y tampoco le consta, es sólo una sospecha…

Llega Samuel. Los dos amigos se saludan amistosos. Pelayo le explica en qué consiste su trabajo. Samuel se gira y mira hacia la ventana. Mira molesto a Emilio que no les saca los ojos de encima. Emilio disimula y hace que mira el ordenador.
--¿y siempre es así? –reclama Samuel con reproche.
Pelayo hace que sí con la cabeza resignada.
--pero no dice nada, igual dice que no estará todos los días…
Emilio no lo ha dicho abiertamente pero los días que su amado tenga libre, él se quedará en su casa. Samuel no tiene dudas:
--¡ese quiere contigo¡
Pelayo confía que las cosas no sean así.
--Este quiere contigo… -confirma Samuel.
-- No, no lo creo.
Samuel espera por el bien de los dos que así sea. Igual le lanza una mirada desprecio a Emilio para que ni se le ocurra pensar en él como hombre. Emilio mira de reojo a Samuel. Aunque Pelayo es su favorito no puede negar que Samuel es muy atractivo pero no quiere problemas así que tras la mirada de Samuel desvía la mirada y tiene claro que aprovechará los días de fiesta de Pelayo para hacer fiesta él también.

Al día siguiente, Emilio llega a la heladería. Pelayo ya ha llegado. Se está preparando un café. Le sonríe a Emilio.
--¿te preparo algo?
Emilio suspira enamorado.
--una horchata.
Pelayo sonríe y Emilio se derrite. El hombre se queda un rato en la barra. Observando a su empleado favorito. Le gustaría hablar con Pelayo pero no sabe qué decirle. Pelayo se muestra correcto pero distante. Emilio se siente un poco desplazado así que prefiere dejarlos solos. Se encierra en su despacho desde donde sigue los pasos de Pelayo. Lo ve entrar y salir con su bandeja. Lo ve limpiar una mesa. Atender clientes.
Al rato, Pelayo está en el almacén, colocando unas cosas en la nevera. Se siente más tranquilo porque no tiene los ojos de Emilio clavados en su trasero.
--Esto es otra cosa –dice Pelayo para sí.
Emilio lo sabe dentro y no tarda en salir de su despacho.
--¿porqué habré hablado? –dice Pelayo para sí.
Emilio trata un acercamiento con Pelayo. Sabe que ya que es su jefe pues no le puede contestar mal. No sabe qué decirle. Emilio está ardiendo por tener al guapísimo chico delante.

Emilio pasa el día encerrado en su despacho pero con la ventana observa a Pelayo. De vez en cuando dice que tiene que hacer un recado para poder mirarlo de lejos. Le gusta ver como trabaja. Está anocheciendo, es la hora de más gente.
--¡este tío es una máquina¡ --dice para sí.
Hay mucha gente, se le va agobiado.
--¡que guapo está¡
Emilio ha procurado que cambiaran el mínimo de cosas. Pelayo lleva la camiseta morada y los pantalones azules. Emilio suspira por él. Emilio lo ve recogiendo en las mesas, entrando y saliendo de la heladería bien deprisa. Se toca la nuca como no sabiendo dónde tiene que ir. Va de una punta a otra de la terraza corriendo.
--¡que energía¡ ¡¡si yo me canso sólo de verlo¡ ¡que se lo tome con calma o va a enfermar¡ --dice Emilio para sí.
Toma nota, llevas las notas. Va tan rápido que desaparece de la vista de Emilio. Pelayo tiene un gran dominio de su trabajo. Va corriendo incluso con la bandeja llena de cosas. Corre de una mesa a otra, que si toma nota, que si limpia, que recoge.
--¡quedará agotado¡
Pelayo entra, sale. Reparte servilleteros en las mesas que les faltaban. Unas rubias le dicen algo. Él habla con ellas mientras arregla una sombrilla. Emilio está atento a como se relaciona con las rubias.
--¿tendrá algo con ellas?
Para Emilio es todo un lujazo ver los movimientos de Pelayo. Cuando va a entrar Pelayo, pasan por delante una pareja de ancianos. Entonces Pelayo los adelanta corriendo, casi los roza. Ha sido un adelantamiento peligroso. Como un coche último modelo que adelanta a uno viejito con la carretera llena de autos. Sale con tres vasos en la mano.
--¡que dominio tiene este tío¡ --va diciendo Emilio.
Lo deja en la mesa de al lado de las rubias. Se frota las manos mientras habla con las rubias. Sonríe.
--¿qué tiene con esas? –se pregunta Emilio intrigado.
Entra de nuevo corriendo.
--¡este tío me encanta, es un gustazo mirarlo¡
Sale con una cerveza y un vaso de granizado. Lo deja en la mesa de atrás de las rubias. Emilio ve como al colocar las cosas en la mesa le queda el culo un poco en pompa. Emilio se pone cachondo.
--¡tan elegante, tan sexy¡
Pelayo se queda un rato en el mostrador del fondo. Inclinado, todo un lujo. Emilio es cuando entra. Tiene ese pedazo de culo a su lado. Pelayo lo mira.
--Yo ya me voy… ¿has visto mi nuevo horario?
Emilio dice que sí pero ¿si ha estado todo el día pendiente de él cuando lo iba a mirar? Además que todo lo que haga él le parece bien. Pelayo entra en la habitación donde se cambian. Emilio está tras la puerta. Es el dueño, podría entrar con cualquier excusa y no le podrían decir nada pero no. No quiere abusar de su puesto. No quiere hacer sentir mal a Pelayo. Pone su mano en la puerta y vibra. Sabe que tras esa puerta está Pelayo desnudo o en todo caso luciendo sólo los calzoncillos. Siente que le falta el aire.
--¡moriría por poder verlo¡
Pero no quiere que sea haciendo algo incorrecto.
--¡como me gustaría poder mirar por un agujerito¡
Se pone bien cachondo imaginándose ese pedazo de cuerpo desnudo, vistiéndose. Pelayo sale al rato. Emilio disimula como si estuviera mirando otra cosa. Pelayo muy guapo con una bolsa de deporte en el hombro. Se despide de todos. Camina muy rápido. Casi desaparece.












Al día siguiente, Samuel habla por teléfono.
--llevo un año sin ver a mi hijo, usted es un inepto¡
--si no le gusta contrate uno mejor.
--¡lo haría si tuviera dinero¡
Samuel está en el apartamento de Pelayo. Ese mañana no tiene trabajo así que lo aprovecha para tratar de buscar un buen abogado para solicitar la custodia pero todo es muy caro. Una idea se le está cruzando por la mente.
--¡no, no puedo hacerlo¡
No le gusta nada la idea. Le hace sentir culpable sentir que está abusando de Pelayo, le atormenta haberlo convertido en su amante creyendo que Pelayo no lo ama
-- y lo que estás pensando sería peor –se dice así mismo.
Pero no encuentra otro camino.
--Si luego me arrepiento ya no se puede cambiar…
También piensa en el dinero:
--Estoy seguro que me pagaría lo que yo le pidiera, que sería mucho. Podría pagar un buen abogado.
Tiene la solución pero no le gusta.
--sería por mi hijo –se dice para convencerse.

Pelayo llega a su trabajo.
--hola ¿qué tal?
Se comporta con Emilio con educación aunque guarda las distancias. A Emilio le gustaría que fuera confianzudo, que fuera su amigo. Pelayo se encierra en el cuarto a cambiarse. A Emilio le da igual que lleve la ropa que lleven todos, por él podría ir vestido de calle como en la mañana que está guapísimo pero le excita la idea de tenerlo desnudo a pocos metros de él. Pelayo pasa por su lado ya cambiado y Emilio se estremece.
--¡¡que guapo es¡ ¡¡qué guapo es¡ --suspira para sí.
A Pelayo le incomoda el deseo de Emilio, confía que se vaya manteniendo al margen, mientras él pueda disfrutar de los beneficios que le da ser el favorito del jefe. Emilio se queda un rato sentado en una mesa tomando una horchata, hace como si estuviera supervisando cuando lo único que hace es deleitarse del cuerpo y la belleza de su guapo camarero. Pelayo está en la barra hay un cliente tomando un refresco, Pelayo sale a la terraza.
--¡que guapo, que guapo¡ --va diciendo Emilio.
Ve a Pelayo atender un cliente que está sentado en la mesa. Le gusta mucho verlo en movimiento. Toma notas para luego escribirlo en su diario. Va llegando gente, Pelayo tiene trabajo pero es un lujo observarlo, Emilio disfruta mucho con eso. Emilio está contento de poder disfrutar de Pelayo desde dentro. Él va entrando y saliendo con su bandeja y Emilio, de reojo, no deja de mirarlo. Es el jefe, ¿Quién puede reclamarle? Pelayo no se queda ya hasta tan tarde. A las 20,30, se dirige al almacén. Emilio ve como se saca la camiseta de los pantalones. Se excita al pensar que Pelayo puede ir desnudándose por el camino.
--¿te imaginas que se dejará ver en boxers para las chicas? –va diciéndose.
Y él estaría ahí para disfrutarlo. Pelayo se despide de Emilio como uno más. Agarra un cigarro y se va. Emilio, no quiere ser descarado, así que espera en irse. Samuel es el que sustituye a Pelayo. Entra en el momento que sale Pelayo.

Samuel está muy nervioso.
--¿podemos hablar?
Emilio le hace pasar a su despacho. Aunque su favorito es Pelayo, sin duda Samuel es muy guapo. Samuel confía en su belleza, es su única posibilidad.
--Necesito dinero …--Samuel sofocado.
--si claro… Un adelanto… ¿de cuánto?
Emilio quiere quedar bien con ese chico tan guapo. Saca el talonario. Samuel respira hondo y dice.
--¿qué tal 18 mil euros?
Emilio se levanta. Mira a Samuel sorprendido:
--¿bromeas?
Samuel tiene miedo de estar metiendo la pata pero se tiene que arriesgar. Hace el esfuerzo de mostrarse coqueto.
--tú sabes que te ofrezco yo a cambio de ese dinero…
Emilio no da crédito a lo que oye. Emilio mira a Samuel muy sorprendido. Es muy guapo y la vida sexual de Emilio es casi nula. Lo que sí es cierto es que jamás en su cama nunca ha tenido a alguien tan guapo como Samuel. Desde que conoce a Pelayo ya los demás no le gustan tanto.
--¿porqué no es Pelayo el que me está haciendo esa propuesta? –dice para sí.
Emilio tiene claro que él nunca se atrevería a ir donde Pelayo con algo así, le daría miedo que él se enojara, que se alejara de él, perder el control, eso es algo que no soportaría. Traga saliva, no puede creer que un chico como Samuel se le esté ofreciendo aunque no es precisamente regalado.
--¿¿18 mil euros?¿no te estás sobrevalorando?
Emilio tiene claro que a Pelayo le daría eso y más pero a Samuel , sólo sería por vicio. No le aportaría nada más. Samuel se muestra desesperado. Confiaba en la necesidad sexual de Emilio y en sus encantos tal vez más de la cuenta.
--¡por favor –le suplica-- ¿¿tú sabes lo que es para un hetero dejar que otro hombre lo toque? ¡¡nunca antes un hombre me ha tocado y me da asco la idea¡
Samuel miente y es que cree que si Emilio sabe que se ha acostado con hombres crea que el sacrificio sea menor y no acepte el precio. Samuel se muestra ansioso y angustiado:
--¡necesito ese dinero para un buen abogado y la guarra de mi ex mujer me va a quitar a mi niño…¡
Emilio se lo piensa. Definitivamente no le gustaría ver esa tristeza en los ojos de Pelayo. Si fuera Pelayo antes le regalaba el dinero que hacerle hacer algo que no quiere pero con Samuel no tiene porque tener consideraciones, bastante hace con pagarle lo que le pida y bueno, él pasará un buen rato. Samuel está a la expectativa. No sabe si se ha humillado por nada. Emilio le hace un cheque por 18 mil euros y se lo entrega. Samuel se lo guarda relajado.
--gracias –le dice.
Emilio mira al chico con cara de depravado. Siempre soñó con tener dinero para poder comer rica carne fresca. Ahora que lo tiene eso no es lo que le importa pero ya que Samuel se la ha puesto tan fácil… Se hace la fantasía que Samuel le cuente a Pelayo y éste sienta envidia de su amigo y le pida a Emilio ese dinero o más, no le importa, por sexo. Que Pelayo se le ofreciera, tener desnudo a su lado… Es algo que le gustaría y mucho.





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