martes, 23 de febrero de 2010

Capitulo 28







Emilio lleva a Samuel a su apartamento.
--debimos ir a un hotel… No me gustó nada como me miraban esas viejas chismosas –Samuel incómodo.
Emilio se le ríe.
--No les hagas caso. No creo que se imagen nada…
Samuel está nervioso. Está deseando salir de ésta.
--¿quieres tomar algo?
Samuel está tenso:
--¿podemos comenzar ya?
Emilio sonríe excitado:
--¡vaya, estás más apurado que yo¡
En realidad Samuel lo que tiene prisa es en acabar. Van hacia la habitación. Samuel no hace nada. Emilio se da el lujo de desnudarlo. Poco a poco. Nunca ha vivido una situación como esa y quiere saborear bien a ese chico. Para Samuel está siendo toda una tortura.
--Sabes, yo tenia una camiseta como esta… a tu edad…
--¿Podemos ir al grano…? –Samuel incómodo
Emilio ha pagado muy cara una noche sexual con ese chico.
--tranquilo, no hay apuro… cierra los ojos y déjame disfrutar…
Samuel cierra los ojos por fuerza. Trata de pensar en algo bello. Pelayo es lo único bonito que ha tenido en su vida. Trata de pensar en él pero la situación con Pelayo no es la mejor. No logra relajarse. Emilio está muy ansioso, nervioso, excitado de estar poseyendo ese chico tan guapo. Samuel se siente torturado, aprieta con fuerza los ojos, permanece inmóvil mientras está dando un enorme placer a Emilio que se ha clavado sobre él, cabalga sobre él.








Samuel está desnudo entre los brazos de Emilio que no se cansa de besarlo, de lamer el cuerpo desnudo del joven. Emilio tiene la dormida verga de Samuel en la boca.
--ya déjalo… No me va a volver a levantar… ya llevamos mucho rato…
Emilio se siente en el paraíso. Aunque de entrada le ha sabido mal que no fuera Pelayo el que estuviera con él ahora está encantado. Amortiza bien ese dinero que le ha pagado. Deja la pena y se dedica al resto del cuerpo. Quiere darle la vuelta pero Samuel no aguanta más y le suplica:
--Por favor, ¿ya me puedo ir…?
--¡oye que te he pagado 18 mil euros…¡ --protesta Emilio que deseaba que ese momento durase más.
Samuel se levanta de la cama envuelto en la sábana. Se defiende entre reproches.
--Sí pero ya lo hemos hecho, te la he metido, nos la hemos mamado… ¿¿qué más quiere?
--¿No crees que por el precio puedo exigir eso y más…?
Samuel agacha la cabeza. Emilio mira a ese chico tan guapo que tiene desnudo en su cuarto, que se ha sido su juguete sexual por unas horas, desnudo y con mirada triste. No es Pelayo pero bien podría llenar su soledad. Le gustaría tenerlo por más tiempo pero tampoco quiere forzarlo más.
--bueno, ya sabes… si necesitas más dinero… venme a buscar…
Samuel se siente sucio. No le gusta que otro hombre goce de su cuerpo, no le gusta las cosas que hace y se deja hacer por dinero. Se siente culpable por eso. Piensa en Pelayo que supuestamente se acostó con él por compasión y ahora él se ha vendido a otro. Le molesta sentir la mirada de Emilio mientras se viste.
Como quien no quiere la cosa, Emilio le dice como si fuera de broma:
--recomiéndame a tus amigos…
Samuel se abrocha los pantalones, mira a Emilio con reproche. La indirecta ha sido muy directa:
--No sueñes, Pelayo nunca estará contigo de esa manera. Él nunca se vendería, nunca haría por dinero algo así…
Habla con celos. Si supuestamente Pelayo se entregó a él por pena no puede estar seguro que no se vendiera a Emilio y eso lo atormenta. Emilio se queda callado. No esperaba esa sinceridad por parte de Samuel, teme que le diga algo a Pelayo y éste se enoje con él. Samuel se acaba de vestir ante un desnudo Emilio. Se siente desnudo también pero de alma. Tiene miedo de lo que Samuel le pueda contar a Pelayo.
--¡No me refería a él… hablo en general…¡ --dice Emilio nervioso.
Samuel lo mira con indiferencia. No es el único en tener cosas que ocultar.
--tranquilo, si tu me guardas mi secreto yo guardo el tuyo…
Emilio se saca un peso de encima. Samuel se va sin despedirse. Emilio se queda vacío. Al fin ha tenido sexo y del bueno. Sólo hacerlo con Pelayo habría hecho de ese momento un día perfecto pero no puede quejarse. Jamás su cama, su casa tuvo un invitado tan de lujo. Samuel sale tratando de ocultarse ante todos. Siente que todas las vecinas de Emilio saben lo que ha hecho y eso lo hace sentir apenado. Éstas murmuran.
--esto no es como uno de esos feos… va mejorando… ¿será verdad que le ha tocado la lotería?
--no creo que haya venido para eso… --dice la otra.
Samuel las mira con desprecio.
--¿¡¡es que no tienen nada más que hacer panda de chismosas?¡
Éstas se hacen las ofendidas, Samuel no se espera a escucharlas. Necesita borrar de su cuerpo las huellas de Emilio. Pelayo se sorprende al verlo.
--¿qué haces tan temprano aquí?
Samuel no se atreve a mirar a los ojos a Pelayo.
--¡me dejaron salir antes¡
--¿y eso porqué?¿te sientes bien?
Pelayo se muestra preocupado por su amigo. Samuel tiene miedo que en su rostro se lea que se ha vendido. Se muestra furioso:
--¡¡¿¿qué te importa?¡ ¡¡ya no somos amigos¡ ¡¡no tengo que darte explicaciones¡
Pelayo se disculpa:
--No te quería molestar, sólo me preocupaba por ti.
Samuel no está interesado en nada de lo que le tenga que decir su amigo. Se encierra en el dormitorio. A Pelayo le duele pero sabe que no lo puede culpar. La tensión es irrespirable. Así que decide ir a dar una vuelta. Samuel se está desnudando con rabia. Lo primera que se saca es la camisa. Esa camisa que es igual a la que tenía Emilio a su edad. No quiere nada que le recuerde a Emilio. Sale de la habitación completamente desnudo y con la ropa en brazos. La tira al cubo de la basura. Luego se mete en la ducha. Se frota con fuerza hasta enrojecerse la piel. Sólo piensa en su hijo, en que todo lo ha hecho por ese ser que si bien no nació de él, es lo que más quiere en este mundo.

En ese momento Emilio está frente a su ordenador. Tiene su diario en la memoria del pen drive. Así puede escribir tanto en su casa como en la heladería. Emilio no sabe que no es la primera vez que escribe de Samuel en su diario. No imagina que se ha acostado no con un guapo cualquiera sino con uno de esos guapos que veía en el Centro Multimedia pero a Samuel no lo recuerda. A medida que va pasando los minutos le va dando menos importancia, su cuerpo ha gozado pero su alma está vacía y sólo Pelayo la llena pero es un amor que sabe que nunca se verá realizado. Por una vez que ha tenido un guapo entre sus brazos no desea que se le olvide y lo cuenta con todo lujo de detalles.






Samuel por su lado ha ido a buscar a Ernesto. Es lo único que le falta para poder olvidar lo que ha pasado. Samuel necesita sentirse amado, sentir que alguien está con él porque lo ama. Se tira encima de Ernesto como un animal salvaje.
--¿¿qué haces?¡
Samuel se siente herido. Necesita acostarse con él.
--por favor… no me digas nada…
Él le arranca la ropa a Ernesto. Ernesto se acaba dejando llevar por la pasión de Samuel. Caen desnudos en la cama. Jadeando, muy fogosos. El cuerpo de Samuel no le responde. Se acaba apartando de Ernesto con la misma brusquedad con la que se le ha tirado encima. Ernesto no entiende nada.
--¿Oye, que te pasa…?
Samuel no le puede cumplir a Ernesto y eso le hace sentir mal. Se levanta sofocado y desnudo de la cama. Se empieza a vestir. Ernesto se ha quedado como en shock.
--¿¡qué broma es esta?¡
Samuel se sube los pantalones, se los abrocha. No dice nada. Va hacia la puerta. Ernesto se levanta envuelto en la sábana.
--¡No te vayas así…¡
Samuel descarga su odio en Ernesto, se ha humillado, se ha vendido por su hijo y desde ese momento será lo único que le importe.
--¡esto se acabó, se acabó para siempre…¡
A Ernesto apenas le salen las palabras. Balbucea un:
--pero porque…?
Samuel tiene miedo que no pueda volver a estar con otra persona, con Ernesto. Desea alejarse de él para siempre. Lo trata con mucha rabia.
--¡Porque lo digo yo…¡
Él es muy violento y Ernesto se queda mal.
Ernesto ha esperado por mucho tiempo que se rompiera el matrimonio de su hermana y ahora que Samuel ya no es un hombre casado, ahora Samuel es cuando lo deja. No entiende nada.
--¡Desde que dejaste a mi hermana he sido paciente, esperando que volvieras¡ahora eres libre… ya no soy tu amante¡
--ahora ya no me interesa…
--¡¡llevaba un año esperándote, ¿¿para qué has vuelto?
Samuel lo hace sentir despreciado, el que sólo valía para ser el amante de un hombre casado y Ernesto llora, en el ascensor Samuel llora. Se siente un miserable.
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Pelayo está desnudo en la ducha. Samuel entra, se acerca al baño. Lo mira como una bestia en celo. Pelayo lo mira preocupado.
--¿¿qué te ocurre?
Samuel necesita borrar de su cuerpo las huellas de Emilio, darse cuenta que puede volver a estar con un hombre. De nuevo trata a Pelayo como a su juguete sexual.
--¡Sabes que no puedes decirme que no¡
Pelayo no entiende el cambio, le apetece acostarse con él pero le duele verlo tan mal. Deja que lo use, Samuel lo empuja, lo pone a cuatro patas en la bañera. Lo hace suyo de una manera brutal. Se desahoga, se da cuenta que puede acostarse con otro. Aúlla de placer. Los dos se retuercen de placer pero una vez ha descargado se encierra en el cuarto y no deja acercarse a Pelayo. Pelayo ha disfrutado en brazos de Samuel pero le duele sentirse despreciado. Llora.

Al día siguiente, Emilio llega a la heladería. Pelayo ya ha llegado. Se está preparando un café. Le sonríe a Emilio.
--¿te preparo algo?
Emilio suspira enamorado.
--una horchata.
Pelayo sonríe y Emilio se derrite. El hombre se queda un rato en la barra. Observando a su empleado favorito. Le gustaría hablar con Pelayo pero no sabe qué decirle. Pelayo se muestra correcto pero distante. Llega Ermenegildo. Él y Pelayo se saludan muy cordialmente. Emilio se siente un poco desplazado así que prefiere dejarlos solos. Se encierra en su despacho desde donde sigue los pasos de Pelayo. Lo ve entrar y salir con su bandeja. Lo ve limpiar una mesa. Atender clientes.

Está anocheciendo, faltan pocos minutos para que Pelayo acabe su jornada laboral. Emilio también se prepara para irse. Prefiere no encontrarse con Samuel . No sabría como comportarse. A la que Pelayo salga por la puerta, él se irá detrás. Emilio desde la ventana que tiene en el despacho logra ver a Pelayo. A veces echa de menos los momentos en los que estaba en la calle, podía verlo mejor. Ve como a Pelayo le dice algo una chica. Emilio deduce que le pregunta cuando sale porque él le señala el reloj, hace gestos con los dedos como de que le queda poco. Ve a Pelayo atendiendo a una mesa. Pelayo apura sus últimos minutos. No toma nota, se lo aprende de memoria. Va señalando a la gente preguntando uno por uno lo que quiere. Emilio se prepara para irse. Se queda sentado en una mesa al final de la heladería. Ve a Pelayo en la barra, en la nevera de los helados. Sale con todo en la mano. Emilio se sorprende:
--¿es que no hay bandejas? –piensa.
También se sorprende del dominio de Pelayo. Lleva un granizado y un cucurucho en una mano y dos vasitos de helado en la otra. Llega así a la mesa y le pide a la gente que lo vaya tomando.
--¿esto debe ser muy profesional? –va pensando Emilio.
Pero para él, todo lo que haga Pelayo, le está bien. Emilio entra, sale con una de las camareras. Va señalando las mesas diciendo qué ha tomado cada uno. La chica es lenta en apuntar así que se lo apunta él mismo. Pelayo pasa por su lado, se encierra en la habitación que usa de vestuario y Emilio se sofoca al imaginárselo desnudo. Tarda unos cuatro minutos en salir. Se despide de todos en general y con rapidez. Agarra un cigarro de la barra y se va fumando. Emilio sale tras él. Pelayo casi desaparece. Samuel estaba esperando fuera para no coincidir con Pelayo. Entra en ese momento, él y Emilio se ven de pasada. Los dos se ignoran. Ha sido un polvo que ha disfrutado pero ya sólo queda un recuerdo, Pelayo es el único hombre que lo ha marcado.

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